Pastoral 31 de Marzo - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Por Mi Espíritu, Dice el Señor!
Agradecemos al Señor por todo lo que nos ha dado y por lo que aún nos dará, pues Él nos está llevando a cumplir la Visión que nos ha entregado y la Misión que encargó a Su Iglesia aquí en la Tierra. Y nuestra Misión está íntimamente asociada al Espíritu de Dios. Nuestro Señor Jesús les dijo a sus discípulos antes de ascender a los cielos: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:49). En Hechos 1:6-8 leemos: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Hoy no podemos hacer la Obra que el Señor nos encargó en la fuerza de nuestro brazo o en la imaginación de nuestros pensamientos o según nuestro parecer o voluntad. Es por medio del Espíritu Santo que podemos extender nuestro territorio a límites inimaginables. La orden que nos da el Todopoderoso es contundente: “Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová. Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas.” (Isaías 54:1-4).
Hemos recibido la comisión de ampliar nuestra tienda, el lugar de nuestra habitación para que Él pueda llenar de hijos Suyos, pues Él tiene interés y desea ver Su misma Obra creciendo y siendo extendida a todo territorio.
¡Qué privilegio y qué bendición ser usados para este fin! Él mismo demanda que no debemos temer absolutamente nada, pues Él estará con nosotros. “No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado.” (Isaías 54:4-5). Su respaldo y Su Presencia es el sello de que ésta es Su Obra y Él está en la dirección del afán misionero de la Iglesia. Para eso, Él ha establecido un pacto con nosotros y nos asegura la victoria en Su Nombre. “Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.” (Isaías 54:10).
Además, Él nos defenderá mientras estemos haciendo Su Obra en nuestras vidas, pues es nuestro Aliado más fiel y poderoso. El profeta Isaías remata este capítulo con las siguientes declaraciones: “Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti. Si alguno conspirare contra ti, lo hará sin mí; el que contra ti conspirare, delante de ti caerá. He aquí que yo hice al herrero que sopla las ascuas en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y yo he creado al destruidor para destruir. Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová.” (Isaías 54:14-17).
Bajo esta Palabra Fiel, salgamos a hacer la Obra del Señor, extendiéndola a todos los rincones de nuestro Departamento y Nación, yendo a las fronteras más alejadas de nuestra patria. El Señor demandará de nosotros la obediencia fiel a Su Mandato, pues nos llenó de todos los recursos espirituales para que lo realicemos en la unción y poder del Espíritu Santo.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.