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Pastoral 18 FEBRERO 2024

Pastoral 18 de Febrero - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira

¡Las Bienaventuranzas! – 2

Bienaventurados los que lloran. “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” Mateo 5:4 “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados”. Isaías 61:1-2

Ante la muerte, Jesús nos dice, como una vez dijo a una madre que había perdido a su único hijo: “No llores” (Lucas 7:13). Lejos de ser insensible, Jesús lloró con los que lloraban ante la tumba de Lázaro, su amigo. Pero el consuelo supremo que Jesús no da es que Él mismo murió por nosotros, que resucitó y está vivo. Así, todos los que creen en Él resucitarán para estar siempre con el Señor.

Si elegimos obedecer a Dios con humildad y confiando en Su gracia, podemos sufrir por ello, perder amistades, una carrera profesional, etc. En este caso, llorar es experimentar tristeza por esta pérdida que sufrimos. Si la aceptamos, porque elegimos obedecer al Señor, Jesús nos hará experimentar la felicidad del consuelo, la alegría de ser testigos de Cristo, con la sensación de su presencia a nuestro lado.

Daniel, deportado a Babilonia, estaba muy afligido debido a la dispersión de su pueblo. Sin embargo, continuó orando tres veces al día, a pesar del decreto del rey que lo prohibía. Arrojado al foso de los leones, fue sacado ileso al día siguiente, y presentado como testigo del poder de Dios en todo el imperio (Daniel 6).

“Ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4).

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

 

Bienaventurados los mansos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Mateo 5:5

 

¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre”.

Santiago 3:13

Esta tercera bienaventuranza hace eco a las palabras del Salmo 37:11: Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz. Como todas las bienaventuranzas, adopta el punto de vista contrario a los valores del mundo, dirigido por los poderosos en detrimento de los débiles. Pero dicha bienaventuranza nos dice que un día esto cambiará. Durante su vida en la tierra Jesús fue “manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Así será en Su Reino con los que heredarán la Tierra.

Jesús invita a sus discípulos a ser mansos. La mansedumbre no es una falta de valor o una ausencia de fuerza, sino precisamente la fuerza que Jesús da y que busca el bien del otro. Es lo contrario a la soberbia y a las emociones descontroladas. El hombre manso a vece se escandaliza (cuando el Nombre de Dios o del Señor es blasfemado), pero nunca se enfada porque hieren su orgullo. El hombre manso somete humildemente todas sus capacidades y emociones a Dios, y vela para que las circunstancias externas, incluso las hostiles, no perturben su paz interior. Solo podemos ser manso si permitimos que la mansedumbre de Cristo habite en nosotros. El contacto con Él por medio de la oración personal nos hace descubrir su infinita dulzura, que elimina progresivamente la dureza y la amargura de nuestro corazón.

Que este espíritu de Cristo caracterice nuestras relaciones conyugales, familiares y en la congregación. Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia (Colosenses 3:12).

(Transcrito de La Buena Semilla – 2024, 17 y 24 de febrero)

 

En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.