Pastoral 12 de Noviembre - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Velando en Oración!
¡Gloria a Dios! Cada mañana, de martes a viernes, de las 06:00 hasta las 07:00 horas am, entregamos nuestras primicias al Señor: nuestro primer movimiento, nuestros primeros pensamientos, nuestra primera alabanza….
Y queremos animar a todos y a cada uno de los discípulos a seguir buscando el rostro de nuestro Dios, pues fuimos desafiados por Su Palabra que nos dijo: “Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente. Haced memoria de las maravillas que ha hecho, de sus prodigios, y de los juicios de su boca, Él hace memoria de su pacto perpetuamente, y de la palabra que él mandó para mil generaciones”. (1 Crónicas 16:11-12, 15).
Nuestro Señor Jesús espera que seamos hombres y mujeres de oración en esta generación de los últimos días. En su última noche aquí en la Tierra antes de su padecimiento, el Maestro tuvo una tremenda necesidad de que sus discípulos estuvieran con Él en oración. Pero nos dice Mateo 26:40 que: “Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”
Hoy, más que nunca, necesitamos orar, y orar verdaderamente. Quizás le preguntemos a Él: “Señor, ¿sólo una hora?” ¡Ah, si lo hiciéramos tan solamente una hora por día! Pero, empezar con una hora y podemos seguir una hora más, si lo deseemos. Comencemos, pues, a orar, a suplicar, a clamar, a hablar a las montañas, a arrepentirnos en lugar de otros porque la carga del Señor está en nuestro corazón y hoy hay necesidades gigantes alrededor nuestro que demandan un pueblo valiente en la brecha por las familias, por la ciudad y por la Nación.
El Señor Jesús no cesaba de orar hasta que las tinieblas se rompieran. En aquellas tres horas en el Getsemaní, Él necesitó el apoyo y la oración de sus discípulos, aunque fuera por una hora. De igual manera, muchos son los que necesitan que estemos juntos clamando por sus vidas, aunque sea por una hora.
De martes a viernes, en nuestros Cultos Matutinos, el ejército de Dios – los atalayas – llegamos continuamente a la Presencia del Señor nuestros pedidos, nuestras necesidades y nuestra Nación. Nuestro Dios nos está dando la gracia de estar delante Suyo en clamor por nuestra Tierra. Además, el Espíritu Santo nos está levantando en fe para creer que Él es el mismo de ayer, hoy y por los siglos, teniendo el mismo poder y la misma autoridad para hacer milagros. Y como hizo milagros hace dos mil años, sigue haciéndolos hoy. ¡Gloria a Dios, pues tenemos un Dios poderoso!
En todas las partes del mundo estamos viendo señales de los tiempos finales y Dios quiere producir el más grande avivamiento jamás visto antes y que nos fue prometido en Joel 2:28-32: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado”. Lo cierto es que ninguna iglesia va a poder hacerlo sola. La única posibilidad es que, en unidad con el Cuerpo de Cristo, no importando de qué denominación seamos, levantemos manos santas por nuestra gente y por la Nación.
Bolivia tiene un llamamiento como ninguna otra nación de la Tierra. El diablo lo sabe de muy bien e intentará con todas sus fuerzas destruir ese destino, ese llamamiento. Pero no tiene ninguna posibilidad de hacerlo, si los atalayas de oración entienden que Dios ha puesto en sus manos poder y autoridad. Los únicos que pueden frenar el avance de las tinieblas son los intercesores. Es destino y el futuro de nuestra Tierra y de nuestra gente están en las manos de los cristianos que oran en todo el mundo. Dios llama a Sus atalayas para que estén alertas, para que oren en los muros y participen de las reuniones de oración. Son aquellos que continuamente están intercediendo y diciendo: “Señor, no queremos el juicio para nuestra Tierra. Líbranos del mal y trae el avivamiento prometido a nuestra ciudad y Nación. ¡En el Nombre del Señor Jesús!”.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.