Pastoral 10 de Noviembre - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡El Despertamiento en un Cementerio! – 2
Hace años un pastor puso a la puerta de su iglesia el siguiente rótulo: “Esta iglesia tendrá un despertamiento o un funeral.” Esta clase de pesimismo complace al Cielo y desespera al infierno. ¡Lo llamaríamos locura! Exactamente. Una iglesia sensata según el mundo nunca hace nada bueno. En esta hora crucial necesitamos hombres embriagados del Espíritu Santo. ¿Dónde están hoy día los Wesley, los Whitefields, los Finney y los Hudson Taylors? Sin embargo, en los días de los Hechos de los apóstoles tal tipo de cristianos no era una excepción, sino la regla normal.
La bomba atómica parece haber inquietado a todo el mundo excepto a la Iglesia. Con defender la soberanía de Dios y ocultarnos tras la cortina de un fanático dispensacionalismo, creemos estar a salvo de nuestra bancarrota espiritual. Entretanto el infierno se va llenando. Con el Ateísmo en el mundo, el Modernismo en la Iglesia y la Moderación en los grupos fundamentalistas, ¿estará el Señor buscando en vano, como en los días de Ezequiel, el hombre que se ponga firme en la brecha?
Hermanos amados, la verdad desnuda es que en nuestros días estamos más ansiosos de viajar que de engendrar; de ahí que no tengan lugar nacimientos espirituales. ¡Que Dios nos envíe, y pronto, un profeta extraordinario a curar una iglesia extraordinariamente coja!
Es demasiado tarde para dar nacimiento a ninguna otra denominación. Ahora mismo Dios está preparando a sus Elías para la última gran ofensiva contra el frío ateísmo militante (disfrazado con la careta religiosa). En el gran despertamiento final el poderoso Espíritu Santo será vino nuevo, rompiendo los viejos y secos odres del sectarismo. ¡Aleluya!
Notemos que Ezequiel era “llevado por el Espíritu”. Como hombre hubiera temblado a la vista del macabro espectáculo, pero guiado por la fe de Ezequiel se hallaba el destino de millares, sino millones de seres. Observemos que decimos guiado por la fe, no por la oración. Muchos oran, pero tienen poca fe. ¡Qué escalofríos podían haber sacudido su espíritu ante semejante vista! El cielo y el infierno eran únicos espectadores en la soledad del desierto. Seguramente si Ezequiel hubiese vivido en nuestros días habría sacado fotografías o una “selfie” del macabro espectáculo. Además, amigo de las estadísticas, habría contado los huesos. Cuando hubiese corrido la noticia del hallazgo habría llamado a otros a presenciar el espectáculo de sus operaciones proféticas o publicado en sus redes sociales (no fuese que los hombres hubiesen dejado de darle el rango que le correspondía entre los evangelistas nacionales o internacionales).
Nada de eso hizo Ezequiel. Escuchemos: “Entonces profeticé como me había sido ordenado”, dice. (Aquí está el quid del asunto, se hizo un necio por amor a Dios). “Vosotros huesos secos, oíd la Palabra del Señor Jehová”. ¿No es una locura? Cierto, y de las de primer orden. Dice a los huesos “oíd”; ¿es que por ventura tienen oídos los huesos secos? Pero Ezequiel hizo exactamente lo que le había sido mandado. Nosotros, para salvar nuestro buen crédito, modificamos las órdenes de Dios y así perdemos nuestro crédito. Pero Ezequiel obedeció y Dios obró. Hugo un gran ruido. Bueno, esto es lo que nos gusta a nosotros. Pero Ezequiel no confundió conmoción por creación, ni acción por unción, ni agitación por despertamiento.
Con solamente un soplo de sus omnipotentes labios podía Dios haber levantado este montó de huesos secos a la vida, pero no fue así. Hubo muchas operaciones. Primero: “Huesos, juntaos uno con otros” (ya no eran un montón). Tal fenómeno nos habría puesto a nosotros fuera de quicio. Pero no fue así con Ezequiel. ¿De qué servían aquellos esqueletos? ¿Podían pelear las batallas del Señor o traer honor a su nombre? Obviamente que no. Pero, era el inicio de la Obra de Dios.
Nosotros tenemos que aprovechar este tiempo de unidad en la familia, en las células, en las Macrocélulas y en el Cuerpo de Cristo. Es Dios mismo que está juntando los huesos secos para hacer de ellos un gran ejército, pero es tan solamente el inicio. “Lo mejor está por venir”.
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.