Pastoral 10 de Marzo - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira
¡Las Bienaventuranzas! – 5
Escuchamos con emoción esta última bienaventuranza: “Bienaventurados los que padecen persecución”. En efecto, cuántos cristianos sufren hoy por la justicia, por su fidelidad a Dios y a Su voluntad. ¡No los olvidemos en nuestras oraciones! Su ejemplo nos anima a salir de nuestros miedos para ser testigos de Cristo. A veces es tentador limitar nuestra fidelidad a Dios a lo que puede parecer socialmente conveniente, por miedo a las burlas o incluso a la persecución. Pero Jesús nos llama a ser valientes y a aceptar el riesgo. No es feliz el que “esconde su bandera”, sino el que tiene la libertad de ir hasta el final siguiendo a Cristo.
Las cualidades descritas en las siete primeras bienaventuranzas: humildad, confianza, mansedumbre, pureza de corazón, sed de justicia, misericordia, deseo de paz… deberían haber atraído la simpatía. Pero los discípulos de Jesús fueron rechazados precisamente porque se parecían a su Maestro. “Han aborrecido a mí y a mi Padre” (Juan 15:24). “Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra”. (Juan 15:20).
Su perseverancia ante la prueba es un efecto de la esperanza que los mueve. Se alegran porque el Reino ya les pertenece. Su gozo en la prueba también es una señal de que el Espíritu de Dios reposa sobre ellos. ¡La paciencia, la valentía y el gozo provienen del Espíritu Santo!
Las Bienaventuranzas: Un retrato de Jesús.
“El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.”
Lucas 6:40
“Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”.
Juan 15:11
Las bienaventuranzas son una imagen de Jesús: cuanto más presentes estén en nuestra vida cristiana, más reflejaremos la persona de Cristo en nosotros. En la tierra Jesús no tenía un lugar dónde recostar su cabeza (Mateo 8:20), vivía en la pobreza (2 Corintios 8:9). Era “manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Jesús es, por excelencia, el que trae la paz, pues hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Humillado, perseguido, fue el varón de dolores (Isaías 53:3). Pero, al mismo tiempo experimentaba una plenitud de gozo que comunicó a sus discípulos (Juan 15:11).
Para vivir las bienaventuranzas, primero debemos haber creído en Jesús. Entonces podemos aceptar sus palabras con gozo y considerarlas como el plan de Dios para nuestras vidas, como la dirección que nos muerta y la promesa que nos hace. Podemos escuchar estas bienaventuranzas sin desanimarnos por sus existencias, y como un llamado a comprender el camino que Jesús abrió.
“Enséñanos, Señor, a vivir según las bienaventuranzas… Enséñanos a distinguir, gracias a ellas, lo esencial de lo accesorio, lo importante de lo irrisorio, lo eterno de lo efímero, y lo primordial de lo secundario. Líbranos de todos los miedos: el miedo a ser engañados, a perder un privilegio, a carecer de los necesario, a sufrir. Entonces podremos entregarnos por completo a las bienaventuranzas y entrar así en tu Reino, el Reino del Amor”.
(Transcrito de La Buena Semilla – 2024, 30 de marzo y 06 de abril)
En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.